En la última década, los mercados emergentes han dejado de ser un destino marginal para los inversores globales. Hoy, la combinación de políticas locales atractivas, entornos macroeconómicos estables y un renovado interés en sectores estratégicos ha impulsado una ola sostenida de capitales que redefine las dinámicas financieras internacionales. Comprender estos flujos resulta esencial para aprovechar oportunidades y construir un futuro económico más próspero.
En un contexto global marcado por tensiones geopolíticas y cambios en las cadenas de valor, el nearshoring y la diversificación productiva se han consolidado como motores clave de atracción para IED, impulsando la reubicación de manufacturas hacia regiones con ventajas comparativas.
En 2023, América Latina y el Caribe captaron el 48,9% de la inversión extranjera directa destinada a economías emergentes, superando por primera vez a la región asiática. Este cambio de paradigma se refleja en un incremento del 16% en el valor de proyectos anunciados, con un énfasis en energías renovables, minería y la industria automotriz.
Mientras tanto, China experimentó una caída del 44,9% en flujos de capital entre 2022 y 2023 (de 417.100 a 229.800 millones de dólares), lo que ha redirigido la atención de inversores hacia India, países miembros de la ASEAN y América Latina. Este desplazamiento no solo altera patrones tradicionales, sino que también abre la puerta a diversificación y mitigación de riesgos geopolíticos.
Un análisis de los últimos cinco años revela una tendencia constante de crecimiento en IED hacia mercados emergentes, impulsada por la búsqueda de rentabilidades superiores con volatilidades moderadas y la exploración de oportunidades en regiones con alto potencial de desarrollo. Esta evolución plantea un escenario de oportunidades sin precedentes.
Los fundamentos macroeconómicos de los mercados emergentes son ahora más sólidos que los de muchas economías avanzadas. Con balances fiscales saneados y menor nivel de endeudamiento (excluyendo China, representan solo el 25% de la deuda global), estos países ofrecen un marco de estabilidad que inspira confianza.
El crecimiento proyectado para 2025 se sitúa en el 3,7%, frente al 1,4% de las economías desarrolladas, con India, varios países de la ASEAN y naciones de Oriente Medio liderando la recuperación. Esta tendencia, según el FMI, se mantendrá estable hasta 2026, a pesar de riesgos asociados a políticas comerciales y a la volatilidad global.
Otro factor clave es la creciente independencia monetaria frente a la Reserva Federal, con ciclos de relajación anticipados en economías emergentes y una gestión más proactiva de sus divisas. Esta flexibilidad permite afrontar turbulencias globales con mayor autonomía y menor exposición a cambios en las tasas de interés internacionales.
Para consolidar su atractivo, los gobiernos emergentes han desarrollado marcos regulatorios agresivos. Desde exenciones tributarias para nuevos proyectos hasta la creación de zonas económicas especiales, las estrategias buscan reducir barreras de entrada y acelerar la implantación de inversores.
Estos incentivos se acompañan de un enfoque en la mejora de la calidad institucional y en la reducción de trámites burocráticos, factores que tradicionalmente han limitado la inversión extranjera directa. La cooperación entre lo público y lo privado ha resultado fundamental para diseñar programas de inversión más eficientes y transparentes.
Con estas medidas, los inversores obtienen no solo ventajas financieras inmediatas, sino también asistencia técnica y capacitación especializada, mejorando la productividad local y cimentando alianzas de largo plazo.
Los flujos de capital se concentran en tres grandes sectores: energías renovables, minería de metales críticos y la industria automotriz. El impulso hacia una economía verde ha catapultado proyectos de energía solar, eólica y redes inteligentes en países como Brasil, México y Chile.
En minería, la demanda de litio, cobalto y cobre para baterías y tecnologías limpias ha desencadenado inversiones millonarias. Simultáneamente, la industria automotriz, en proceso de electrificación global, ha visto un aumento en la construcción de plantas de ensamblaje y centros de I+D.
Este cuadro ilustra la creciente preferencia de los inversores por sectores alineados con criterios ambientales, sociales y de gobernanza, reflejando un cambio hacia finanzas sostenibles.
Además, el fenómeno del nearshoring en América Latina ha intensificado inversiones en plantas de ensamblaje y logística, beneficiándose de la proximidad con Estados Unidos y de acuerdos comerciales vigentes.
El FMI anticipa que la inflación global caerá a 4,2% en 2025 y 3,5% en 2026, creando un entorno propicio para la inversión en mercados emergentes. Con márgenes de rendimiento superiores en bonos y acciones, estos destinos ofrecen atractivos diversificadores frente a la baja rentabilidad de los mercados desarrollados.
Adicionalmente, la mejora en los indicadores de gobernanza corporativa y la adopción de normas de gobernanza corporativa amplían la base de inversores institucionales comprometidos con la sostenibilidad. Este escenario robusto favorece productos financieros innovadores, como bonos verdes y fondos temáticos.
A pesar del optimismo, persisten desafíos estructurales. En regiones como América Latina, el crecimiento del PIB ha sido moderado, revelando brechas en infraestructura y productividad. Para traducir la IED en desarrollo real, es crucial invertir en educación, innovación y conectividad.
Asimismo, la polarización política y la inestabilidad regulatoria pueden frenar flujos de capital. La volatilidad de los mercados financieros internacionales y la posible reversión de inversiones ante cambios bruscos en las condiciones monetarias globales subrayan la necesidad de políticas macroprudenciales y gestión de reservas más rigurosas.
El aumento del flujo de capitales hacia mercados emergentes ofrece una oportunidad histórica para acelerar la transformación económica. Para aprovecharla, se requieren esfuerzos coordinados en tres ámbitos:
Con una visión estratégica y un compromiso con la sostenibilidad, gobiernos y empresas pueden convertir estos flujos en motores de progreso inclusivo. El momento de actuar es ahora: los mercados emergentes están preparados para liderar la próxima ola de crecimiento global.
Invierte en el futuro: explora oportunidades en mercados emergentes, analiza riesgos y construye alianzas que impulsen la innovación y el desarrollo sostenible.