Tras la pandemia, el mercado residencial ha experimentado una transformación profunda. Nuevas demandas, tecnologías y retos regulatorios han obligado a promotores, inversores y usuarios a redefinir la vivienda de forma integral.
La crisis sanitaria reordenó las prioridades de quienes buscan hogar. Hoy, existe una clara inclinación hacia viviendas más sostenibles y con certificación energética, consideradas un activo de futuro.
En mercados como Perú, el 70% de los compradores exige características ecológicas en los inmuebles, mientras que el 75% de los desarrolladores las considera esenciales. Además, un 30% de las nuevas promociones ya integra cumplen con esas exigencias.
Se prevé que la demanda de co-living en Latinoamérica crezca un 25% en los próximos dos años, consolidando modelos colaborativos y de comunidad.
La digitalización dejó de ser una tendencia para convertirse en una exigencia competitiva central. Tours virtuales, plataformas de gestión y herramientas basadas en IA han transformado la experiencia de compra y alquiler.
Durante los picos de confinamiento, estas soluciones fueron clave para mantener transacciones activas. Actualmente, integran procesos de valoración de precios online, firma electrónica y atención al cliente mediante chatbots.
La adopción de tecnologías digitales fueron clave para sostener la actividad durante la pandemia y ahora constituyen el eje de las estrategias de marketing inmobiliario.
La sostenibilidad ya no es una opción: sostenibilidad ya no es una opción, sino una exigencia legal y de mercado. Regulaciones exigen certificaciones para compra y alquiler, impulsando la reducción de consumo energético.
Inversores buscan oportunidades en zonas emergentes fuera de grandes núcleos, donde la oferta es inferior y el potencial de revalorización mayor. Así, surgen microciudades ecológicas y conjuntos residenciales autosuficientes.
El Build to Rent tradicional convive con nuevas modalidades. El retorno de grandes operaciones se complementa con modelos flexibles de vivienda como el co-living y senior living.
En regiones con controles de renta, como Cataluña, la cautela inversora persiste; mientras en Madrid y otras capitales, la dinámica demográfica refuerza el alquiler a gran escala.
Las expectativas en España apuntan a un incremento nominal del 4,7% en 2025, impulsado por factores como la inmigración, la recuperación económica y el descenso de tipos de interés.
El inventario en EE.UU. se sitúa en 1,24 millones, un 26% por debajo de niveles prepandemia. Sin embargo, en enero de 2025 el 23% de los anuncios mostró rebaja de precio, lo que genera oportunidades para compradores.
El segmento living lidera las operaciones de inversión en 2024-2025, abarcando coliving, build to rent, senior living y product mix. Inversores institucionales y fondos especializados destinan capital a estos modelos flexibles.
La clave está en ofrecer servicios integrados: espacios comunes, coworking interno, gimnasio dentro del complejo y plataformas digitales de gestión, generando sinergias entre residentes y optimizando la rentabilidad.
La llegada de población inmigrante y la reactivación del turismo dinamizan la demanda en ciudades y regiones costeras. No obstante, persisten incertidumbre normativa y control de rentas que pueden frenar inversiones.
La escasez de oferta nueva y los precios elevados limitan la accesibilidad. En EE.UU., el pago hipotecario medio se ha duplicado desde 2019, con tipos cerca del 7% y expectativas de reducción a final de 2025.
La pandemia aceleró tendencias que ya apuntaban al futuro del real estate: sostenibilidad, digitalización y flexibilidad. Comprender estos ejes es esencial para las estrategias de largo plazo.
Solo así, con una visión integrada y adaptable, el real estate residencial podrá enfrentar los retos pospandemia y aprovechar las oportunidades emergentes.
Referencias